Carlos Canache Mata es uno de los dirigentes históricos de Acción Democrática, partido al que pertenece desde muy joven. Es abogado, médico y escritor. Presidió la Cámara de Diputados entre 1979 y 1982
Por Nelson Rivera | Papel Literario | El Nacional
—¿Qué factores, además del voluntarismo y el liderazgo de Rómulo Betancourt, confluyeron en la creación de Acción Democrática?
—He dicho alguna vez que Rómulo Betancourt, más que el fundador, ha sido el descubridor de Acción Democrática, porque ésta ya existía en el inconsciente colectivo del pueblo venezolano. Él, y los que lo acompañaron en el acto de la creación del 13 de septiembre de 1941, removieron la tierra y hallaron en el subsuelo del alma nacional el partido que pugnaba por aflorar al escenario político de Venezuela. Desde que en la segunda década del siglo XX aparece el petróleo en el escenario económico y en 1935 muere el dictador Juan Vicente Gómez, se planteó en Venezuela el inicio del proceso de venezolanización de aquella fuente energética y el rescate de la soberanía para que el pueblo pudiera elegir los poderes públicos. Por eso, para el cumplimiento de esa tarea se forma en 1937 el Partido Democrático Nacional (PDN) clandestino, que después toma el nombre de Acción Democrática (AD). No fue, pues, por un acto voluntarista de unos líderes que surge AD; fue por la necesidad histórica de crear el instrumento de lucha para el cambio de la realidad político-económico-social que entonces existía.
—Acción Democrática, explican los historiadores, alcanzó una enorme popularidad en sus primeros años. ¿Qué la hizo posible?
—Acción Democrática se rodea rápidamente del favor popular por demandar con firmeza lo que era anhelo de la gran mayoría de los venezolanos; por empezar a cumplir, desde el poder, con el triunfo de la Revolución de Octubre de 1945, a los cuatro años de su epifanía en la arena política nacional, lo que pedía y que, en su momento, haría; por contar —por qué no decirlo—, además de un solvente conjunto de líderes propiamente políticos, con la presencia, entre sus fundadores, de Rómulo Gallegos y Andrés Eloy Blanco, figuras cimeras de la intelectualidad del país que, en sus creaciones literarias, testimoniaban las ansias y esperanzas del pueblo.
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—¿El Estatuto Electoral de 1945 y el establecimiento del derecho al voto en la Constitución de 1947 cambió el vínculo del ciudadano común con la política?
—Sí, con el establecimiento del sufragio universal, directo y secreto para elegir el presidente de la República y los Cuerpos Legislativos, el pueblo venezolano pasó de espectador a ser protagonista del acontecer político, se pasó de una política de élites que decidían a una política de masas que tomaban en sus manos el destino del país. Eso solo, de por sí, ya era una revolución. Con certeza, en su libro Rómulo Betancourt, político de nación, el historiador Manuel Caballero lo afirma: “Para mostrar el carácter revolucionario del proceso desencadenado por el otorgamiento del voto universal, es necesario decir que él señaló el más profundo elemento de ruptura con el ancien régime”.
—¿Podría comentar sobre los fundamentos ideológicos y programáticos de AD? ¿Han existido? Si es así, ¿en qué consisten?
—Los fundamentos ideológicos y programáticos de AD se sustentan, históricamente, en varios antecedentes.
Primer antecedente. En 1931, los jóvenes venezolanos desterrados después de la insurgencia estudiantil antigomecista del año 28, que serán los futuros dirigentes de AD, fundan en la ciudad colombiana de Barranquilla la Agrupación Revolucionaria de Izquierda (ARDI), cuya definición ideológica está contenida en el llamado Plan de Barranquilla, firmado en esa ciudad el 22 de marzo de 1931. El Plan hace el diagnóstico de la organización económico-social semifeudal que tenía el país, caracterizada por la alianza entre los latifundistas y los caudillos surgidos de los azares de la guerra -caudillismo y latifundismo eran los términos de nuestra ecuación política y económico-social, a la que se sumaba la penetración capitalista extranjera en las industrias, a la cabeza de éstas la industria petrolera. Hecho el diagnóstico de la realidad de país y de la revolución antifeudal y antiimperialista que hay que realizar, el Plan concluye con un programa “mínimo” de acción política y social de ocho puntos, en los que se contemplan los problemas, necesidades y aspiraciones populares más urgentes, advirtiendo, no obstante, que “la marcha misma del proceso social nos señalará el momento de poner a la orden del día la cuestión de ampliación y revisión del programa”. Los ocho puntos del programa son: 1- Hombres civiles al manejo de la cosa pública. Lucha contra el caudillismo militarista. 2- Garantías para la libre expresión del pensamiento, hablado o escrito, y para los demás derechos individuales (asociación, reunión, libre tránsito, etcétera). 3- Confiscación de los bienes de Gómez, sus familiares y servidores; y comienzo inmediato de su explotación por el pueblo y no por jefes revolucionarios triunfantes. 4- Creación de un Tribunal de Salud Pública que investigue y sancione los delitos del despotismo. 5- Inmediata expedición de decretos protegiendo las clases productoras de la tiranía capitalista. 6- Intensa campaña de alfabetización de las masas obreras y campesinas. Enseñanza técnica industrial y agrícola. Autonomía universitaria funcional y económica. 7- Revisión de los contratos y concesiones celebrados por la nación con el capital nacional y extranjero. Adopción de una política económica contraria a la contratación de empréstitos. Nacionalización de las caídas de agua. Control por el Estado o el Municipio de las industrias que por su carácter constituyen monopolios de servicios públicos. Y 8- Convocatoria dentro de un plazo no mayor de un año de una Asamblea Constituyente, que elija gobierno provisional, reforme la Constitución, revise las leyes que con mayor urgencia lo reclamen y expida las necesarias para resolver los problemas políticos, sociales y económicos que pondrá a la orden del día la revolución.
ARDI y el Plan de Barranquilla fueron, en cierto modo, una reacción contra el “garibaldismo expedicionario” que auspiciaban algunos caudillos militares desterrados antigomecistas.
Segundo antecedente. Tras la muerte de Gómez en 1935, aprovechando la inicial apertura liberal del gobierno de López Contreras, surge el Movimiento de Organización Venezolana (ORVE), promovido por Alberto Adriani y Mariano Picón Salas, al cual se incorporan los firmantes del Plan de Barranquilla, que plantea el reemplazo del Estado personalista del fallecido dictador por un Estado nacional moderno, que ofrezca libertad y justicia a los venezolanos. Señala Luis Troconis Guerrero que “ORVE estaba formado por obreros, artesanos, estudiantes, comerciantes, empleados, industriales, periodistas, escritores y otras personas, muchas con profesiones liberales, y esa militancia le imprimió carácter de agrupación policlasista, cuyos dirigentes rehusaron, en sus días de su fundación, denominarle partido” y que por esa circunstancia el manifiesto-programa de acción que en 1936 presentaron a la nación “fuese concebido a grandes líneas excluyentes de puntos concretos”, concluyendo en que ORVE “fue vacilante e intelectualista en su primera etapa”. La situación cambia en la que se ha considerado la segunda etapa de ORVE, que se marca con la asamblea del 11 de julio de 1936, en la que se aprueba un nuevo programa en el que se plantea y se asume posición en materia de política social, agraria, sindical, femenina, etcétera; lo que se consolida días después, el 1° de agosto, con la reestructuración de la directiva y la designación de Rómulo Betancourt como nuevo Secretario General. Entonces, afirma Troconis Guerrero, ORVE “se transformó en partido combatiente con programa concreto, táctica definida y tono polémico”.
Tercer antecedente. Otro fundamento ideológico y programático esencial de Acción Democrática es la Tesis Política y el Programa del Partido Democrático Nacional (PDN) clandestino. Después de que el gobierno de López Contreras disuelve, el 3 de febrero de 1937, los partidos políticos y el 13 de marzo decreta la expulsión de 47 dirigentes políticos y sindicales, Rómulo Betancourt y otros dirigentes, también incluidos en el decreto, esquivan la medida y pasan a organizar el PDN clandestino. Al comienzo permanecieron en sus filas los militantes comunistas, pero para el 14 de febrero de 1938 estos ya se habían retirado. Posteriormente, en septiembre de 1939, el PDN clandestino realiza su Primera Conferencia Nacional, donde aprueba su Tesis Política y su Programa, documentos en los que hace el análisis de la realidad económica, social y política de Venezuela.
Sobre la situación económica, la Tesis dice: “Venezuela es un país semicolonial y semifeudal, un país atado al imperialismo económico, fiscal y políticamente, con una economía predominantemente agropecuaria estancada por el latifundio e incapaz en su forma actual para asegurar por sí nuestra independencia económica; carente de grandes industrias nacionales de transformación y que se halla forzado, por lo tanto, a importar mercaderías extranjeras por cantidades cinco veces mayores a la exportación agrícola y a depender fortuitamente del residuo que nos deja una industria extractiva de duración limitada y controlada en totalidad por el capital financiero internacional”.
Sobre la realidad social, después del diagnóstico de la situación económica, la Tesis describe y enumera las clases que conforman la composición social existente. 1- Una clase latifundista, formada por los grandes propietarios de la tierra que, en el marco del feudalismo económico y político, ha sido un firme sostén de la tiranía. 2- La burguesía, “formada por la alta banca, la industria, el fuerte comercio importador, el comercio exportador”. 3- El sector de las clases medias, “lo forman los comerciantes e industriales de limitadas posibilidades económicas, los agricultores medios y pequeños, algunas capas de profesionales, etcétera. 4- El campesinado, “que es el sector más numeroso de nuestra población, no presenta un aspecto homogéneo. Varía en su condición y en su constitución según las regiones, y en cada región, con las diversas especies de trabajo agrícola”. 5 -Las clases trabajadoras urbanas, “entendiendo por ellas a los trabajadores manuales e intelectuales (…) debido al raquítico desarrollo industrial de Venezuela, el sector propiamente obrero o proletario sólo existe en escasas fábricas, en las explotaciones petroleras y en los campamentos auríferos de Guayana, en las empresas de pesquería y en los centrales azucareros (…) los trabajadores intelectuales forman en Venezuela, un sector de relativa amplitud y comprende a los maestros, técnicos, pequeños funcionarios públicos, aptos por su ubicación social para sentir ampliamente la lucha democrática”.
De estas diferentes capas sociales, la Tesis encuadra en el PDN como “todas aquellas interesadas en la transformación democrático-antiimperialista del país, especialmente las integradas por las capas medias, los trabajadores intelectuales y manuales y el campesinado; que constituye la mayoría determinante en Venezuela”.
En lo político, el Programa dice: “En lo político, nuestra posición queda categóricamente definida por el credo democrático que sustentamos. Fundándonos en el estado actual de la sociedad venezolana, que reclama urgentemente un régimen político propicio al libre desarrollo de todas las actividades económicas y culturales, condenamos de antemano todo sistema absolutista y autocrático. Cualquiera que sea el nombre o los fines con que se pretenda justificarse. Luchamos por la restitución a nuestro pueblo de su soberanía mediante la elección de sus representantes por el sufragio universal y como fase también inmediata la liquidación del gomecismo y la persecución sin contemplaciones de los vicios y taras políticas que éste nos legara: peculado, abuso de autoridad, favoritismo, nepotismo, etcétera. Consideramos que la libertad no puede fundamentarse sin una enérgica política de respeto a los derechos ciudadanos que garantiza el credo democrático”. Y, a renglón seguido, se expresa: “Y cuando decimos que el PDN va a la conquista del poder para realizar un gobierno de tipo democrático, es dándole a este concepto un contenido más profundo del que le asigna el liberalismo clásico. Para nosotros el régimen democrático implica efectividad de las libertades públicas. Pero también, y fundamentalmente, la modificación profunda de la organización económica del país y democratización de la estructura de la economía nacional”.
Al gobierno de López Contreras, lo sucede el del general Isaías Medina Angarita, bajo el cual el PDN clandestino se legaliza con el nombre de Acción Democrática, y se condicionó esa legalización a la previa respuesta de un cuestionario —un “examen ideológico” de carácter inquisitorial— sobre el derecho de propiedad, la libertad económica, la lucha de clases, la familia, si el Estado debía sustituir al individuo. Como lo que importaba era la legalización del partido, las respuestas a tales preguntas fueron cautelosas y Rómulo Betancourt no aparecía firmando el Acta Constitutiva, en la cual se incluía el Programa del Partido, que se envió como recaudo en la solicitud de dicha legalización. En esa oportunidad, no se presentó una Tesis Política, por lo que, de hecho, el partido, aunque ahora se llamaba Acción Democrática, seguía teniendo como Tesis Política la del PDN clandestino de 1939. En su libro Venezuela, política y petróleo, Betancourt escribe: “Pasamos por esas horcas caudinas. Y el programa de Acción Democrática tuvo que ser un enunciado vaporoso de principios generales, y no el concreto y sincero enfoque revolucionario de los problemas del país y de sus posibles soluciones… (por eso) el programa del Partido no reflejó con suficiente claridad el pensamiento de avanzada de sus ideólogos y organizadores”.
La VIII Convención Nacional de AD, reunida en mayo de 1948, aprobó que se actualizara la Tesis Política del PDN clandestino de 1939, pero eso lo impidió el golpe del 24 de noviembre de 1948. En 1956, una Conferencia de Exiliados de AD, reunida en Puerto Rico, aprobó una “Ratificación de Principios Teóricos y de Orientación Programática Normativos de AD”. Recuperada la democracia, en el mes de agosto de 1958 se realizó la IX Convención de AD, en la que, aun cuando no se renovó la Tesis, sí se aprobaron varios instrumentos en los que la ideología del Partido cobra cuerpo, como lo fueron la tesis organizativa, petrolera, sindical, agraria y educativa, donde se analizan con profundidad problemas que en la Tesis Política del PDN eran señalados en forma general. Es en la XIV Convención Nacional, realizada en el mes de septiembre de 1964, cuando se aprueba la nueva Tesis Política de AD, que es la vigente, en la que se dice: “La formulación de principios de Acción Democrática surge como una consecuencia del análisis científico de la realidad venezolana… acrece su acervo doctrinario con las ideas del socialismo democrático” o socialdemocracia, a cuya Internacional el Partido ingresó como miembro pleno. Desde entonces, el país ha tenido profundas transformaciones —bastaría con citar la nacionalización de la industria petrolera, la nueva realidad agraria y las modificaciones habidas en la composición de las clases sociales—, además de los cambios en el entorno internacional, que exigen la actualización de esa Tesis. Es una tarea pendiente.
—¿Cómo logró mantenerse el partido, entre 1948 y 1958, con sus dirigentes presos, en la clandestinidad o en el exilio? ¿Cómo fue la vida partidista en esa década?
—Derrocado el Gobierno Constitucional de Rómulo Gallegos el 24 de noviembre de 1948, la Junta Militar que lo sustituye dispone —mediante decreto del 7 de diciembre de ese año— que “se disuelve en toda la República el partido Acción Democrática, se clausuran sus locales y se reprimen sus órganos y sus medios de comunicación y propaganda”. Al día siguiente, AD emite el Manifiesto de la Resistencia, en el que proclama que “con fe segura en el triunfo final, AD inicia hoy su terca lucha de resistencia clandestina, hasta obtener para Venezuela un régimen de libertades, dignidad política, honestidad administrativa y decencia pública”. Octavio Lepage es entonces el Secretario General del partido. La lucha se libró mediante la coordinación de la acción de la organización clandestina que se estructuró en el país y la acción de los distintos núcleos de exiliados que estaban en el exterior. Las cárceles se llenan con centenares de presos políticos. Se realizan paros de obreros que, en ocasiones, obligó a la Guardia Nacional a asumir el control de campos petroleros. Después del asesinato del teniente coronel Carlos Delgado Chalbaud el 13 de noviembre de 1950 y su sustitución por el doctor Germán Suárez Flamerich —“un civil de alquiler”, lo llamó Rómulo Betancourt—, se acentúa la política represiva.
Se abre el campo de concentración de Guasina en octubre de 1951, en el que se confinan y se someten a un régimen de trabajos forzados a centenares de presos políticos. Circula el Libro Negro o Venezuela bajo el Signo del Terror, que es como el prontuario de los atropellos y crímenes de la dictadura. El 21 de octubre de 1952 es asesinado Leonardo Ruiz Pineda, nuevo Secretario General de AD, que fue sustituido por Alberto Carnevali. La dictadura desconoce el resultado electoral del 30 de noviembre de 1952 que favorece a URD, y le dirige un telegrama a la directiva de ese partido expresándole que la institución armada no admite “el triunfo electoral de AD y el Partido Comunista, que URD ha propiciado”. El 2 de diciembre, Pérez Jiménez se hace nombrar presidente de la República, por parte de las Fuerzas Armadas, cargo en que es ratificado en enero de 1953 por la Asamblea Nacional Constituyente producto del fraude. “A la rebelión civil llama AD” en un Manifiesto suscrito por Alberto Carnevali. Se suceden manifestaciones de estudiantes y obreros. Por prisión o destierro de sus dirigentes, AD hace reemplazos frecuentes en sus cuadros de dirección. La Junta Patriótica, de la cual forma parte AD, convoca a huelga general el 21 de enero de 1958, manifestaciones y protestas en los barrios de Caracas, con saldo de muertos y heridos, hasta que en la madrugada del 23 de enero huye Pérez Jiménez al exterior. La vida partidista en la década fue de lucha, y la dictadura se cebó en la represión contra los dirigentes y militantes de Acción Democrática.
—¿Cuál es su balance de la participación de AD en el Pacto de Punto Fijo? ¿Era sostenible en el tiempo un modelo basado en la alternancia bipartidista?
—El balance del Pacto de Punto Fijo, que estableció el compromiso de AD, Copei y URD, independientemente del vencedor en las elecciones, de formar un gobierno de coalición durante el período presidencial 1959-1964 fue, sin duda alguna, ampliamente positivo y favorable para la estabilidad del sistema democrático. Como lo señaló Ramón J. Velásquez, es un testimonio de que “los jefes de los partidos políticos, a diferencia de los Borbones, sí olvidan y aprenden cuando las circunstancias los obligan”. Un día antes de las elecciones del 7 de diciembre de 1958, los tres candidatos presidenciales suscribieron, además, una Declaración de Principios, en la cual se ratifica la defensa de las instituciones democráticas; y un Programa Mínimo de Gobierno, en el que se plantea la elaboración de una Constitución democrática, una política económica en la que se impulse la diversificación de la producción agrícola y pecuaria, el desarrollo de la industrialización, la revisión de las relaciones entre el Estado y las empresas petroleras a fin de obtener la más justa participación en las ganancias de éstas, y se formulan precisiones sobre la política social, la educación, las Fuerzas Armadas y la política internacional. Rómulo Betancourt diría después que “así como en los días de la gran revolución francesa la gente deponía sus discordias ante las contraofensivas monárquicas de los coaligados de Coblenza al grito de Unión Sagrada, la Patria está en peligro, así los venezolanos sellamos un pacto de unidad nacional, escrito en la conciencia de todos, para preservar la libertad recién cobrada”.
El Pacto de Punto Fijo, encarnación de lo que se llamó “el espíritu del 23 de enero”, no fue un acuerdo de alternancia bipartidista en el poder —el ejercicio de éste, lo decide el pueblo por la vía electoral— sino un aporte más para la consolidación de las instituciones democráticas.
—Se ha dicho que la mengua de los partidos políticos venezolanos comenzó en 1983, tras el detonante del viernes negro. Otros hablan de los resultados electorales de 1998. ¿Está Acción Democrática en una larga fase de declive? ¿Son los partidos políticos parte de una crisis de mayor alcance?
—La devaluación de la moneda nacional, adoptada el llamado “viernes negro”, es una medida de política económica a la que recurren los países en algún momento. Creo que el triunfo electoral de Hugo Chávez en 1998 fue el punto de arranque de la hostilización gubernamental contra los partidos políticos de la oposición y la causa de que hoy en día, más que en situación de mengua, estén confiscados, con sus tarjetas y símbolos electorales secuestradas, por decisión de un poder judicial y de un CNE que están al servicio de quienes ahora son los causahabientes del fallecido comandante. La crisis, el declive que vive el país y sus partidos democráticos están causados por los que actualmente detentan el poder. Cuando vuelva la democracia, reflotarán los partidos.
—La antipolítica ¿fue decisiva para el socavamiento de los partidos políticos? ¿Cuál es el estatus de la antipolítica en Venezuela?
—El año 1958 cae la dictadura, los partidos vuelven a la legalidad, se liberan los presos y regresan los líderes del exilio. La política comenzó a vivir una etapa de esplendor, de gran actividad. AD, Copei y URD se reorganizan en todo el país, buscan una candidatura presidencial única para las elecciones a celebrarse próximamente y, al no lograrlo, firman el Pacto de Punto Fijo que los compromete en la formación de un gobierno de coalición y en la defensa de la estabilidad democrática. El pueblo estaba motivado y, con decidida voluntad, respaldaba y legitimaba a los partidos. La antipolítica estaba muy lejos de aparecer. Si medimos la política y la antipolítica por la concurrencia a las citas electorales, constatamos que el 7 de diciembre el porcentaje de abstención fue apenas del 8,43%, el cual descendió algo en 1963 (a pesar de que el MIR y el PCV habían llamado a la abstención), llegó al punto más bajo de 3,62% en el año 1973; en 1978 fue del 8,59%; fue del 12,64% en 1983; y en las elecciones de 1988 subió y llegó al 20%, lo que indica que el desencanto de la antipolítica había comenzado a aparecer.
Los partidos son instrumentos políticos fundamentales de la democracia, a través de los cuales se ejercita la participación popular. Los partidos políticos venezolanos modernos nacen en 1936, después de la muerte Gómez, promovidos, en su casi totalidad, por jóvenes de la generación estudiantil universitaria insurgente del 28, que tenían una respetada “auctoritas”. Las nuevas organizaciones contribuyeron a la formación de sindicatos obreros, ligas campesinas, gremios profesionales, asociaciones de empleados, etcétera, y, como lo apunta José Rodríguez Iturbe, “eso partidizó, en su origen, buena parte de las expresiones de la moderna sociedad civil venezolana”. Sin desconocer las fallas, vicios y desviaciones de los partidos que se critican sin oscuras intenciones, Marco Tulio Bruni Celli, en un trabajo publicado en 1991, dice que “en Venezuela se ha iniciado una campaña en contra de los partidos políticos” —otra forma de expresión de la antipolítica— y que “sin mayor elaboración y análisis se acusa a los partidos de ser los responsables de todos los males y problemas de la administración y del sistema”.
Según las encuestas de opinión, los partidos tienen una baja puntuación, lo que nos indicaría que es cuantitativamente importante el estatus hoy de la antipolítica en Venezuela.
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—¿Han cambiado las fuentes de legitimación de los partidos políticos? ¿Qué hace legítimo hoy a un partido político que no está en el poder y que es perseguido por un régimen antidemocrático?
—Las fuentes de legitimación de los partidos políticos, que son distintas a las de la legalidad, son la consecuencia con sus postulados ideológicos y programáticos, la participación de sus bases militantes en la elección de sus cuadros directivos y en la toma de decisiones, y estar al servicio del interés nacional. Si el partido está en el poder, hay que ser intransigente en la observancia de la honestidad en la administración de los recursos del Estado, y si está fuera del poder y perseguido por un régimen antidemocrático, lo legitima la lucha contra éste.
—Acción Democrática ha logrado resistir tres divisiones, resistir los esfuerzos de Chávez por liquidarlos, y parece encaminada a resistir el reciente despojo de sus fundamentos jurídicos. ¿A quién representa hoy? ¿Qué perspectiva tiene AD hacia los próximos años?
—Estuvimos en la resistencia contra Pérez Jiménez, ahora estamos en la resistencia contra el régimen despótico del chavismo-madurismo que, además, nos ha arrebatado los símbolos de nuestra identidad electoral, al igual que a otros partidos. AD representa al pueblo, es el partido del pueblo. ¿La perspectiva? La que mencionó Bolívar en Pativilca: ¡Vencer!
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